Me acuerdo que cuando por primera vez leí sobre vos no me gustó ni un poco. Muy peroncho. Muy violento. No era eso lo que yo entendía sino lo que me decían que entienda. Pero la procesión iba por dentro, muy por adentro. Quizás ahí empezó esta seducción de dejarlo todo…aun dejándolo todo. Un ser pobre con los pobres y una entrega con los que se entregan. Quizás ahí me empezó a llamar tanto la atención la villa, la pobreza por domicilio, la exclusión que no es de muros ni cercos sino de indiferencia.
El tiempo pasó un poco más y nos volvimos a ver. Fue ya desde otro lugar. Desde otro tiempo y en otra situación. En la 21, caminando por Osvaldo Cruz viste, ahí en el pasillo del Gauchito Gil, donde paran los tranzas justo antes del metalero; ahí en esa pared, te encontré pintado, presente, cuidando a tu gente. Ahora ya son dos los centinelas de ese pasillo, de distinta historia y tiempo pero con la misma entrega.
Esa vez no pude resistir el impacto. Te busqué y te encontré. Y me encontraste. En la palabra sencilla; en la frase certera y honesta; en la vida jugada; en el hambre que duele; en la pobreza elegida y asumida; en el cariño entregado… En el Amor que nos amó primero.
Ese encuentro, hoy rezando y reflexionando, veo que me definió. Me dio la fuerza para entregar la vida por los hermanos, por los más pobres, con los más pobres. Me dio la certeza de dejarlo todo, todo por el Reino, aún lo que más cuesta y es más propio. Me mostró que si se puede ser entero, ser radical, ser comprometido. Se puede darlo todo. Se puede dejarlo todo en todos.
Hoy, a 37 años de tu martirio por manos del mal gobierno, pienso en vos y pienso que nos dirías. Que les dirías a tus hermanos de las villas Que le dirías a tanto cura villero que siguió tu ejemplo y tu palabra. Que nos dirías a los que hoy te tenemos como nuestro mártir…nuestro prócer…nuestro padre.
Hoy en el día de tu pascua quiero darte gracias por tanto.
Gracias por tu coraje, tu entrega y testimonio. ¡Qué bien que nos hace! Qué bien que me hace…
Gracias por abrazar al mundo en su realidad y pluralidad. Porque nos abrís un camino más ancho que largo.
Gracias por tu corazón tan humano, tan hermano y tan pobre. Gracias por ese amor coherente y comprometido.
Gracias por tu Sacerdocio. Sin claudicar. Sin medias tintas. Sin tranzar ni para adentro ni para afuera de la Iglesia.
Gracias por tu Peronismo. De Perón, no del manoseo de la gente, del clientelismo egoísta y nefasto.
Gracias por tu oración, comprometida y cercana. Abrazadora de una realidad tan dura y compleja pero
abierta al triunfo de la Vida.
Gracias por tu muerte. Sin mezquindades. Sin egoísmos. Dejando todo por tu pueblo.
Gracias por tu resurrección en cada villa, en cada muro, en cada pared, en cada cura de verdad, en cada
voluntario, cada pibe de las parroquias…
Gracias por todo Padre Carlos.
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